Los adelantos técnicos han resquebrajado los fundamentos de la cultura tradicional y los factores que antes marcaban y sostenían los rasgos regionales se han eliminado o debilitado de un modo impresionante. El medio ambiente y sus materiales apenas condicionan ya la construcción de las viviendas; las sabrosas artesanías del vino y del tabaco han sido deshumanizadas por las máquinas; los trabajos en común y las reuniones festivas en las que brotaba espontáneamente el canto, el cuento y la adivinanza se hallan hoy dominados por la radio o la televisión. En Canarias todavía hay mucho que estudiar, pero hay que darse prisa porque muchos rasgos de nuestra cultura están perdiéndose y no porque se mueran los viejos, sino por estar ligados esos rasgos a determinadas circunstancias que van desvaneciéndose. Los romances, por ejemplo, acompañaban un baile, acompañaban la conducción del trono de la Virgen, el trabajo, muchas cosas. Si desaparecen esos actos, desaparece todo lo demás.

Gran parte de la cultura tradicional vive hoy en el aire mantenida con fines económicos, turísticos o políticos. Debemos recoger las manifestaciones y componentes de esa cultura antes que desaparezcan; observar el comportamiento de los elementos que la conforman; ver cómo unos cambian de función y sentido; cómo otros abandonan los tipos y modos centenarios y adoptan tipos modernos; cómo otros se extinguen y otros apenas cambian. Esta labor ha de hacerse con la mirada limpia de prejuicios sin ver en la realidad lo que en la realidad no existe; sin que quepa la sospecha de que la objetividad se desvirtúa. A pesar de la importancia de las mudanzas, principalmente de orden material, no cabe esperar un cambio rápido en la idiosincrasia canaria. Los muebles de una vivienda se mudan en un santiamén; los muebles mentales, por el contrario, se desprenden y sustituyen lentamente. Se apreciará cómo se borran muchos rasgos superficiales, pero el meollo de ideas y sentimientos constituidos a través de los siglos irá evolucionando y permanecerán invariables muchas circunstancias de las que conforman el carácter isleño: los sentimientos de soledad, de desamparo, de ausencia, la omnipresencia del mar, el clima, la situación en un nudo de comunicaciones difícil de sobrellevar, etc... Todo eso seguirá siendo parte fundamental de lo que somos.

Elsa López

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